La idea de sentarse en un
trono puede resultar atractiva hasta para el más humilde de los cristianos. De
hecho, Jesús les dijo a sus discípulos: “en la renovación de todas las cosas,
cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, ustedes que me han
seguido se sentarán también en doce tronos para gobernar a las doce tribus de
Israel” (Mt 19:28). Leído literalmente, esto crea por lo menos dos problemas:
en primer lugar, nos deja de pie al resto de los cristianos, pues la silla que
Judas dejó vacante se la dieron a Matías (Hch 1:15–26); y en segundo lugar,
Pedro y Juan corren el peligro de quedar mal cuando dijeron que los cristianos
son “real sacerdocio” (1P 2:9; Apoc 1:6).
Toda madre desea lo mejor
para sus hijos. Las madres de los discípulos de Jesús no eran diferentes. Por
eso, una de ellas le ruega a Jesús que siente a sus dos hijos junto a él, uno a
la derecha y otro a la izquierda (Mt 20: 20–28). ¡Y no pide las poltronas
porque Jesús fuera carpintero! Ante la petición, uno se pregunta si es que esta
señora no oyó lo que Jesús había dicho, o no creyó, o no entendió. ¿Qué razón
hay para pedir asientos si ya Jesús les había garantizado una silla real para
cada uno? Parece ser que el tema es la ubicación de los tronos, uno a la
derecha y otro a la izquierda.
Jesús le dice a la madre de los dos discípulos
que ese asunto se resuelve con un trago. Aparentemente lo que hacen los
borrachos no es del todo una mala metodología cuando, por todo lo que pasa,
dicen “esto merece un trago”. Pero para Jesús no se trata de un trago de
borracho buscando a toda hora una excusa para empinar el codo. Se trata de un
trago amargo, de la copa que Jesús va a beber.
Además, la decisión sobre la
ubicación de las sillas a los lados del trono ya el Padre la tomó.Espero que a
estas alturas de la lectura el lector se haya confundido. Si no lo está, es
porque no ha entendido, porque el asunto es confuso. La madre de los discípulos
está confundida; sus hijos también; ¿cómo no lo vamos a estar nosotros? El
problema es de incompetencia lingüística y teológica revuelto con ambición
nacionalista. Es un peligroso coctel.El problema consiste en leer literalmente
lo figurado y figuradamente lo literal.
Tal parece que ocurre aquí un uso
metafórico del lenguaje por parte de Jesús, como respuesta a una petición
literal (sentarse a la derecha y a la izquierda) que ha hecho la madre de los
dos discípulos por haber tomado literalmente el lenguaje figurado de Jesús (los
doce tronos). Jesús usa un lenguaje figurado (reyes, brindis de victoria y de celebración)
para hablar de su muerte literal. ¿Quién puede entender eso en la Palestina del
siglo primero?Lo que Jesús dice entonces es que para poder sentarse en los
tronos y tener las llaves del reino (ser autoridad de la iglesia—Mt 16:17–20),
primero hay que tomarse un trago (aceptar la muerte de Jesús como parte de su
mesiazgo). Como esta fue la parte más difícil para los discípulos aceptar,
Jesús le dice a la políticamente aventajada madre “No saben lo que están
pidiendo”; y luego le pregunta “¿Pueden acaso beber el trago amargo de la copa
que yo voy a beber?”La doña está convencida que Jesús es el Mesías, el que ella
esperaba.
Ese es su problema y el de sus hijos. Probablemente no fue del todo
idea de la mamá. En los tronos se sientan los poderosos. Jesús les dice a los
discípulos que ellos primero tienen que renunciar a la forma como el mundo
entiende la grandeza (tomarse el trago de la crucifixión del Mesías), para
poder ser los pastores y sacerdotes de la iglesia (sentarse en los doce
tronos). De esta forma, no tenemos necesidad de andar peleando por asientos,
pues habrá suficientes tronos para todos los cristianos sin que tengamos que
hacer quedar mal ni a Pedro, ni a Juan, ni a Jesús.
Entonces, el que hoy se
sienta literalmente en un trono majestuoso, no puede ser el pastor de la
iglesia, porque está tomando literalmente para la iglesia un símbolo del poder
terrenal por no haberse tomado el trago que se tomó Jesús. Y ya Jesús a esto
respondió: no saben ni entienden. Así las cosas, todo cristiano, cuando se
sienta dominado por la ambición de poder, y de la utilización de la fuerza y de
artimañas para llevar a cabo la obra de Dios, debe decir con Jesús: ¡Esto
merece un trago! Yo le recomiendo que se lo tome. ©2009Milton Acosta
¡Feliz Navidad!
Acerca del autor.Milton Acosta Profesor
de Antiguo Testamento en la Fundación Universitaria Seminario Bíblico de
Colombia (www.unisbc.edu.co); Editor de Antiguo Testamento para el Comentario
Bíblico Contemporáneo; M.A. Wheaton College Graduate School-- Ph.D. Trinity
Evangelical Divinity School (Antiguo Testamento).
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