Soy una persona que tiene un viaje largo en carretera antes de llegar a mi trabajo, y por supuesto de regreso a casa. Durante mi trayecto alcanzo ver muchos tipos de autos, algunos son del año y otros y un poco más viejitos, muchos son de marcas muy finas y costosas, mientras que otros son menos glamorosos. Se puede distinguir también entre aquellos deportivos de los que son para trabajo y por supuesto nunca faltan las motos y los camiones de carga. Pero de la misma forma he podido ver muchos de esos vehículos cuando han sufrido un accidente y no importa lo costosos, nuevos, humildes o antiguos que sean, todos tienen algo en común; por dentro son feos.
Si usted alguna vez ha visto un auto al que le falta la carrocería (la parte externa del auto), probablemente se habrá dado cuenta que lo que queda expuesto son una cantidad de partes muy mal presentadas, se ven las uniones soldadas en el chasís, algunos cables atravesados, plástico e inclusive en la mayoría de los casos el carro deja de lucir atractivo, no importa lo llamativo que alguna vez fue. Sin embargo, mucho peor se ve cuando en nuestra “sabiduría” tratamos de remendar lo que le falta al auto, seguramente usted ha visto una bolsa negra, donde antes iba una ventana, o una plástico rojo donde debería ir una luz o quizá una cinta negra agarrando un espejo para que no se caiga. Definitivamente esto crea una imagen aún peor.
¿Has pensado alguna vez lo feo que se ve cuando tratamos de “remendar” las cosas poco atractivas que hay en nuestra vida? No es un secreto que todos tenemos áreas en el carácter y en nuestra personalidad que no son muy pulidas, y nuestra respuesta es cubrirlas con un remiendo practico: “La Religiosidad”. Antes de reconocer lo que nos falta, usamos excusas que suenan muy espirituales para “tapar” la realidad. Nuestra “sabiduría” nos dice que no podemos reconocer nuestras fallas, al contrario debemos cubrirlas y pretender que somos perfectos y no nos hace falta nada. Pero en realidad terminamos viéndonos mucho peor que si tan sólo pudiésemos reconocer nuestras fallas.
Dios no desea que usemos este tipo de “remiendo”, El es el alfarero por excelencia, El desea pulirnos, limpiarnos, perfeccionarnos y cubrirnos con un manto de santidad genuina. No busquemos la forma de cubrir aquello que nos avergüenza, Dios conoce nuestras debilidades y luchas, podemos venir confiadamente ante su trono, y dejarnos en sus manos, para que El haga de nosotros personas que pueden ser dignas de imitar, no porque seamos perfectas, sino porque hemos entendido que somos tan imperfectos que sólo en las manos de Dios podemos llegar a ser útiles.
¿Qué áreas en tu vida necesita un cambio verdadero y no un remiendo religioso? Preséntala hoy ante Dios y el la restaurará por completo.
“Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios”.
1 Pedro 3:3-4 (RVR1960)
Dilean Cañas
Si usted alguna vez ha visto un auto al que le falta la carrocería (la parte externa del auto), probablemente se habrá dado cuenta que lo que queda expuesto son una cantidad de partes muy mal presentadas, se ven las uniones soldadas en el chasís, algunos cables atravesados, plástico e inclusive en la mayoría de los casos el carro deja de lucir atractivo, no importa lo llamativo que alguna vez fue. Sin embargo, mucho peor se ve cuando en nuestra “sabiduría” tratamos de remendar lo que le falta al auto, seguramente usted ha visto una bolsa negra, donde antes iba una ventana, o una plástico rojo donde debería ir una luz o quizá una cinta negra agarrando un espejo para que no se caiga. Definitivamente esto crea una imagen aún peor.
¿Has pensado alguna vez lo feo que se ve cuando tratamos de “remendar” las cosas poco atractivas que hay en nuestra vida? No es un secreto que todos tenemos áreas en el carácter y en nuestra personalidad que no son muy pulidas, y nuestra respuesta es cubrirlas con un remiendo practico: “La Religiosidad”. Antes de reconocer lo que nos falta, usamos excusas que suenan muy espirituales para “tapar” la realidad. Nuestra “sabiduría” nos dice que no podemos reconocer nuestras fallas, al contrario debemos cubrirlas y pretender que somos perfectos y no nos hace falta nada. Pero en realidad terminamos viéndonos mucho peor que si tan sólo pudiésemos reconocer nuestras fallas.
Dios no desea que usemos este tipo de “remiendo”, El es el alfarero por excelencia, El desea pulirnos, limpiarnos, perfeccionarnos y cubrirnos con un manto de santidad genuina. No busquemos la forma de cubrir aquello que nos avergüenza, Dios conoce nuestras debilidades y luchas, podemos venir confiadamente ante su trono, y dejarnos en sus manos, para que El haga de nosotros personas que pueden ser dignas de imitar, no porque seamos perfectas, sino porque hemos entendido que somos tan imperfectos que sólo en las manos de Dios podemos llegar a ser útiles.
¿Qué áreas en tu vida necesita un cambio verdadero y no un remiendo religioso? Preséntala hoy ante Dios y el la restaurará por completo.
“Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios”.
1 Pedro 3:3-4 (RVR1960)
Dilean Cañas
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